@amilcaronline: Chuta. Gol. Para.

Todos fuimos pamboleros. Incluso yo.

Sí. Incluso yo.

El fútbol, queramos o no, es parte del ADN del mexicano, y aunque haya gente que diga que le vale madre, ese valemadrismo es cambiado por un repentino villamelonismo en la final del torneo o en el campeonato del mundo.

Desde las calles de Xochiaca hasta los Helipuertos de Santa Fé, siempre hay alguien que habla o intenta hablar de fútbol cerca de nosotros.

Carajo! Incluso yo, encontré en este pasado mundial que terminó el pretexto perfecto para robarle 3 horas a la mañana para ver un partido de la escuadra japonesa o para participar enn una quiniela. El mundial me dio más cosas buenas que malas, entre ellas, varios desayunos gratis, regalos diversos, incontables horas perdidas frente a una fuente de video, aprovechando para tuitear, e incluso participé en eventos familiares o con amigos para presenciar a la escuadra azteca en sus partidos en el continente negro.

De alguna forma, estar en esta silla en este momento escribiendo esto es gracias al fútbol. Una serie de eventos desencadenados por un empleo que tuve en el cual me reclutaron sólo por no irle al América. Yo, sin percatarme de que el tipo que me iba a contratar tenía un mouse pad de las chivas, una chaqueta de las chivas, un poster de las chivas, y seguramente ropa interior del rebaño sagrado, mencioné que mi escuadra era los Heróicos Gallos Blancos. El fulano se dio

por bien servido al saber que le iba a un equipo que ni siquiera era de primera división y me contrató. Porque en este mundo hay que tener un equipo de fútbol con el cual simpatizar (que por cierto ahora es los Xolos de Tijuana, y confío en que lleven a cabo el ascenso). Y no importando cuáles sean los iniciales comentarios despectivos, al final, un verdadero

hincha no te cuestionará por qué le vas a cierto equipo y respetará tu decisión.

Y eso me remonta a mi niñez. Aquella época en el que el fútbol y yo nos dijimos adiós. Todo fue por una pendejada Freudiana en una cascarita en la cual estando nosotros en tercero de primaria, se nos ocurrió hacer la reta a los cabrones de sexto. Sin excepción, todos y cada uno de mis compañeros de equipo fueron a visitar la lona debido a "cargas legales" o

zancadillas "al balón". Pero en esa época (no siendo diferente de todas las épocas que uno vive) uno es pendejo y se hace el duro para poder decir que retaste a los de sexto. El chiste es que yo estaba portereando porque era el más inepto de todos, así que decidí defender el arco que más bien eran dos piedras separadas 4 pasos de distancia, cuando el delantero saca un buen riflazo, que superó en velocidad a mis reflejos, impactando el balón contra mi cara, pero este movimiento

evitó el gol.

Historia larga, final corto, estuve desmayado como cinco minutos, después de los cuales me gané el eterno respeto de esos niños que estaban en mi equipo, y de algunos de los ojetes de sexto que nos estaban surtiendo. Adolorido, terminamos la cáscara la cual perdimos como por 5 de diferencia, regresamos a clase, y yo, en la cúspide de mi carrera pambolera, decidí retirarme de las porterías y las canchas para probar suerte en otras cosas, que hasta la fecha sigo buscando.

Hoy, aquí; estoy tecleando esto, por una amable invitación de mis meros valedores que por alguna razón decidieron que era buena idea que yo participara. Trataré de estar a la altura de los colaboradores de este honorable blog. Así que si usted se encuentra leyendo esto, muchas gracias. De corazón.

Sin más, #yolossaludo